
Los trastornos de ansiedad se han convertido en uno de los problemas psicológicos más frecuentes en la población actual, especialmente en momentos vitales complejos como una separación o un divorcio. Aunque la ansiedad es una emoción natural que todos experimentamos ante situaciones de peligro, estrés o incertidumbre, se transforma en un trastorno cuando aparece de manera intensa, persistente o desproporcionada, interfiriendo en la vida cotidiana.
Comprender qué son los trastornos de ansiedad, cómo se manifiestan y por qué es fundamental recibir atención profesional resulta clave para afrontar este desafío de salud mental. En procesos especialmente sensibles como una separación o un divorcio, contar con un psicólogo en santander que acompañe el proceso puede marcar una gran diferencia.
La ansiedad puede definirse como una respuesta del organismo ante una amenaza percibida. En niveles moderados, puede ser útil, ya que nos alerta y prepara para actuar con mayor eficiencia. Sin embargo, los trastornos de ansiedad aparecen cuando esta reacción se vuelve excesiva, constante o se presenta incluso sin que exista un peligro real.
Quien los padece siente preocupación intensa, miedo, inquietud o síntomas físicos difíciles de controlar, que afecta a su bienestar emocional, relaciones personales y rendimiento social o laboral.
En términos clínicos, se considera un trastorno de ansiedad cuando los síntomas duran al menos varias semanas, son difíciles de manejar y provocan un deterioro significativo en la calidad de vida. Este tipo de trastornos puede aparecer a cualquier edad y afectar a cualquier persona, independientemente de su estilo de vida.
Existen diferentes tipos de trastornos de ansiedad, cada uno con características propias:
Se caracteriza por una preocupación constante y excesiva sobre diversos aspectos de la vida diaria, como el trabajo, la salud, el dinero o la familia. Quienes lo padecen suelen anticipar peligros y les resulta muy difícil controlar sus pensamientos de preocupación.
Quien lo sufre experimenta ataques de pánico recurrentes, episodios súbitos de miedo intenso acompañados de síntomas físicos como falta de aire, palpitaciones, sudoración o sensación de desmayo.
Muchas personas desarrollan miedo a sufrir un nuevo ataque.
Son miedos irracionales y persistentes hacia objetos o situaciones concretas, como volar en avión, las arañas, las alturas o la sangre.
La persona evita todo contacto con aquello que teme.
Consiste en un miedo intenso a situaciones sociales en las que la persona teme ser evaluada, juzgada o avergonzada. Puede afectar actividades tan comunes como hablar en público, comer frente a otros o participar en reuniones.
Es el miedo a encontrarse en lugares donde sería difícil escapar o recibir ayuda en caso de sufrir un ataque de pánico. Esto puede llevar a evitar espacios públicos, transporte, centros comerciales o incluso salir de casa.
Más frecuente en niños, aunque puede aparecer en adultos. Implica un miedo excesivo a separarse de las figuras de apego.
Los trastornos de ansiedad pueden afectar al organismo en múltiples niveles, generando síntomas diversos que varían de una persona a otra.
Síntomas físicos: Estos síntomas suelen aparecer en momentos de estrés, aunque a veces surgen sin razón aparente: palpitaciones o aumento del ritmo cardíaco, temblores, sudoración excesiva, sensación de falta de aire, tensión muscular, mareos o sensación de inestabilidad, problemas digestivos, fatiga crónica.
Síntomas cognitivos: La mente se vuelve un espacio de alerta permanente, dificultando la toma de decisiones o la realización de actividades cotidianas: pensamientos de preocupación constante, sensación de peligro inminente, pensamiento catastrófico (“todo saldrá mal”), dificultad para concentrarse, miedo a perder el control.
Síntomas emocionales: La persona siente que no puede gestionar sus emociones y que todo la afecta más de lo habitual: miedo intenso, inquietud o nerviosismo, irritabilidad, sensación de desbordamiento emocional, sensación de vulnerabilidad.
Síntomas conductuales: Evitación de situaciones temidas como: aislamiento social, dependencia de otras personas, dificultad para iniciar o completar tareas, conductas compulsivas para reducir la ansiedad.
No existe una única causa; normalmente se debe a una combinación de factores:
Genética: existe mayor probabilidad si hay antecedentes familiares.
Factores biológicos: desequilibrios en neurotransmisores relacionados con el estrés y el miedo.
Experiencias traumáticas: accidentes, pérdidas, abusos o eventos emocionalmente intensos.
Entorno familiar o social: ambientes muy exigentes, estrés continuo o falta de apoyo emocional.
Personalidad: personas muy perfeccionistas o con tendencia a la preocupación tienen mayor riesgo.
Factores médicos: algunas enfermedades pueden favorecer síntomas de ansiedad.
Aunque muchas personas tratan de convivir con la ansiedad sin buscar ayuda, es fundamental recibir atención profesional cuando los síntomas interfieren en la vida diaria. Un diagnóstico adecuado permite recibir un tratamiento personalizado que puede incluir psicoterapia, intervenciones psicológicas basadas en evidencia y, en algunos casos, medicación supervisada por profesionales de la salud.
Pedir ayuda no solo mejora la calidad de vida, sino que evita que los síntomas se agraven. Con la orientación correcta, la mayoría de las personas puede recuperar su bienestar, volver a realizar sus actividades con normalidad y aprender herramientas para gestionar el estrés y las emociones.